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Foto del escritorMaria Gómez Álvarez

Capítulo 7- Gemma

Actualizado: 16 jul 2020

En Memoria de Marta Garre González 3/09/1995 - 2/01/2019


Gemma es mi hermana. Llevo utilizándola como conejillo de Indias desde que nació y, aun así, ella sigue confiando en mí.

Mi hermana siempre me escuchaba cuando practicaba en voz alta para las presentaciones del colegio, los exámenes del instituto… Gemma fue mi primera víctima cuando empecé a desarrollar mis dotes como peluquera, fue mi primera modelo cuando comencé como maquilladora y estilista, la primera en participar en mis vídeos caseros, la primera que se ofreció cuando necesitaba modelo para practicar el quiromasaje, y un largo etcétera. ¡Menos mal que no seguí con la carrera de química!

Cuando empecé en el mundo espiritual, la situación no cambió. Gemma fue mi conejillo de Indias también en el reiki, como paciente y como alumna. Y con el chamanismo no iba a ser menos. Gemma siempre está dispuesta.

Esta vez, sin embargo, la intención de su sanación no era más que un montaje para poder realizar una sesión de fotos para publicar en mi web. ¡Cómo no, ella tenía que ser mi modelo!

El caso es que, ya que estábamos en situación, aprovechamos el montaje. Le pregunté si necesitaba algún tipo de sanación y resultó que llevaba unos días con un dolor intenso de garganta y de oído y, simplemente, quería que le mirara si tenía algún origen espiritual y si podía ayudarla a sanar antes. En un principio no parecía un tema urgente que estuviera bloqueando a mi hermana en su vida.

Antes de empezar la sesión le pregunté si le importaba que nos tomaran alguna foto durante el proceso, pero, como ya he dicho, ella siempre está dispuesta.

Como no había ningún sentimiento, aparentemente reprimido, de rabia, tristeza o miedo, procedimos a realizar una extracción.

Esta vez estábamos en el bosque, en un entorno poco transitado y muy agradable. Mi hermana se tumbó sobre la manta y se concentró en tener una actitud abierta a la sanación y con un claro mensaje de liberar aquellas energías densas que estuvieran condicionando su estado de salud y de paz interior.

Empecé abriendo un espacio sagrado e invocando a los espíritus. La ahumé con la salvia y me conecté con Miko.

No era la primera extracción que le hacía a mi hermana. Una cosa que me resulta curiosa es que, cuando acabamos, siempre me confiesa que en algún momento de la sanación ha abierto los ojos para observarme, y que le hace gracia verme trabajar con Miko. Siempre me dice que parezco realmente un mapache. Por lo visto, hago sonidos de animal y muevo las manos y los dedos como si mis manos fueran diminutas manitas de mapache.

Lo cierto es que yo, cuando estoy en sesión hago, poco reparo en lo que estoy haciendo, no tengo demasiada conciencia de mis movimientos ni de mis sonidos, estoy entregada en el proceso, y es Miko quien decide, quien me lleva. Así que yo ni siquiera me doy cuenta de que me muevo como un animal. O más bien, como una mezcla de animal y humano.

Esta vez, Miko empezó por sacar lo que parecía una masa gelatinosa, oscura —me recordaba a una especie de alquitrán—, de los oídos de mi hermana. También había algo de esa misma masa en la garganta. Estuvimos arrancando esa cosa del cuello y de los oídos hasta dejar la zona más o menos limpia. Entonces insuflamos energía brillante para que terminara de limpiar.

También vi la zona del estómago bastante tocada. Siempre que se trata de los intestinos, la sensación que me viene es más bien de asco, aunque no recuerdo ver un intestino podrido, como otras veces. Sentía que había algo asqueroso que ocupaba ese espacio y me limité a sacarlo. Por último, sentí una fuerte atracción hacia el tercer y cuarto chakra. Ahí percibía un bloqueo importante. Recuerdo que Miko cogió una de mis khuyas y empezó a masajear la zona insistentemente. Creo que hacía algún tipo de sonido. Pero Gemma no acababa de soltar.

Seguimos insistiendo en la zona, y podía ver que el rostro de mi hermana iba cambiando y entonces lo entendí. Leí su rostro y su energía. Había una tristeza inmensa reprimida en el corazón. Parecía que Gemma se resistía a soltarla, así que Miko empezó a golpear el pecho suavemente pero con frecuencia. Golpecitos cortos y seguidos, hasta que mi hermana rompió a llorar con intensidad. En ese momento supe que habíamos terminado. La dejé llorar desconsoladamente. Era lo que necesitaba.

Te recuerdo que el superpoder de Miko es la ternura, y en esa situación me fue de gran ayuda.

Estuvimos observando a mi hermana llorar mientras le acariciábamos el cabello. Era una imagen tan linda: la tristeza en plena expresión.

Miraba a mi hermana con compasión pero sin empatizar con el sentimiento, pues como terapeuta no debo caer en la trampa del corazón. Debo mantenerme en mi centro, desde el observador para poder ofrecer mi ayuda y mi disposición.

Cuando Gemma se calmó un poco, entonces vino la sanación de corazón a corazón. Es una de las partes de la técnica de la iluminación. Consiste en abrazar al paciente uniendo su corazón con el mío y visualizar cómo sale energía verde y sanadora desde mi cuarto chakra hacia el suyo. Es compartir amor. Es compartir sanación.

Es una parte de la técnica muy importante, sin embargo, no siempre la aplico con mis pacientes. Depende de la persona y del momento, no todo el mundo está en disposición de recibir un abrazo, sobre todo si hay poca confianza, así que debe respetarse, pero cuando percibo que hay ciertas resistencias mando esa energía de todos modos utilizando otras estrategias.

Cerramos la sesión, pero mi hermana estaba descompuesta, así que siguió llorando un rato y yo seguí abrazándola, pero ahora como hermana. Consolándola, pues es lo que hacen las hermanas mayores.

Entonces, Gemma quiso compartir conmigo lo que había ocurrido.

Hacía unos meses que había fallecido una alumna suya. Digo alumna porque su relación comenzó así, como alumna y profesora. Sin embargo, Gemma creó un vínculo muy especial con esta chica, y se convirtieron en amigas, más que amigas diría yo. La consideraba parte de su familia.

Esta chica sufría una enfermedad degenerativa, por lo que sabíamos que su pronóstico de vida era limitado, pero cuando llega el día de abandonar este mundo, aunque estés concienciado, nunca se está preparado.

Recuerdo que, después de su muerte, mi hermana entró enseguida en la fase de rabia. Sentía que este mundo era injusto, no supo digerir su pérdida. Había estado reprimiendo la tristeza de su ausencia durante muchos meses y fue entonces, en lo que parecía una simple sesión de fotografía para mi web, cuando entró tan adentro de sí misma mediante la terapia, cuando pudo liberar ese sentimiento reprimido que la estaba enfermando.

Llegados a este punto teníamos dos opciones. Dejar que mi hermana viviera con esa tristeza un tiempo para relacionarse con ella, para realizar el aprendizaje que necesitara realizar o borrarlo mediante la técnica de la iluminación.

Durante un rato estuvimos en duda, pero al final decidimos dejarlo ahí. Habíamos removido muchas cosas que debían asentarse. Gemma necesitaba pasar esa fase del duelo y enfrentarse a esa tristeza, pues detrás de ella había un aprendizaje.

No se deben precipitar las cosas. Las terapias no pueden hacer que te saltes fases, que pases de primero a quinto sin aprender lo que tengas que aprender de segundo, tercero y cuarto.

Lo que hacen las terapias es poner luz a la oscuridad. Hacer consciente lo inconsciente para poder ser sanado lo antes posible y de la mejor forma posible. Y así fue como Gemma pudo darse cuenta de cómo se estaba sintiendo realmente.

Fue un paso importante para su sanación, pues acabó por trascender la tristeza; y ahora puede recordar a su amiga con una sonrisa en los labios.






Marta y Gemma


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